La astrología es tan antigua como el tiempo medido; es un lenguaje de energía, y se podría definir como el sistema de psicología más antiguo que conocemos. C. G. Jung, uno de los fundadores de la psicología moderna, dijo: «La astrología incorpora la suma de todo el conocimiento psicológico de la antigüedad.» Aunque existen distintas escuelas astrológicas, todos los astrólogos están de acuerdo en que hay una conexión entre el cosmos y la Tierra, que existe una relación entre el momento del nacimiento de una persona y las posiciones del Sol, de la Luna y de los planetas en el firmamento. Un análisis astrológico es comparable a un análisis psicológico, pero con la ventaja de emplear un método que se ha comprobado durante miles de años y que, en esencia, no ha cambiado desde sus inicios. No es un método especulativo, como la psicología moderna, que cambia con el tiempo según los cambios en la sociedad humana, sino un lenguaje cósmico que se refiere a la esencia de la naturaleza humana y que siempre permanece igual a pesar de las alteraciones que puedan experimentan las civilizaciones y culturas de nuestro planeta. La carta astral es un mapa del cielo tal y como lo vería un recién nacido desde su cuna, excepto que también incluye la mitad invisible del cosmos que quedaría por debajo del horizonte. Simbólicamente, el círculo central del mapa representa la Tierra, donde nos encontramos nosotros. A nuestro alrededor, los doce signos del zodiaco forman una banda circular a lo largo de la eclíptica, ocupando cada uno un espacio fijo de 30 grados. Dentro de este espacio se mueven los planetas, pasando, a distintas velocidades, de un signo al siguiente en circuitos ininterrumpidos. La flecha hacia la izquierda representa el Ascendente que, simultáneamente, señala el signo que corresponde a la Casa 1. A partir de allí, el horóscopo se divide en doce segmentos, llamados casas, que corresponden a las diferentes esferas de la vida cotidiana. La carta astral se puede también entender como un mapa de la situación kármica del alma. La ley universal del karma dicta que cada acción tiene su reacción, y los planetas pueden considerarse como las manos de un complejo reloj cósmico que nos indica «la hora kármica». Así pues, el horóscopo es una representación simbólica de la suma de nuestras actividades pasadas que forman la base de la existencia física y psíquica actual. Un análisis de la situación astral revela los puntos fuertes y débiles en la encarnación actual y nos puede ayudar a ver donde darán frutos fácilmente nuestros esfuerzos y en qué aspectos hay que cultivar tolerancia y paciencia para superar con éxito las dificultades, las tensiones y los obstáculos. No obstante, debemos siempre recordar que los planetas inclinan, no obligan. Es nuestra actitud, la que determina el resultado, porque: Un barco va hacia el este, otro barco hacia el oeste, ambos empujados por los mismos vientos. Pero son las velas –y no los vientos – los que determinan la dirección del viaje. Por lo tanto, nuestro carácter es nuestro destino, o sea que el conocimiento y la voluntad nos permiten gobernar los planetas gracias a ese carácter inherente. Un análisis astrológico puede tener diferentes aplicaciones. En primer lugar, es un método para profundizar el conocimiento sobre nuestro propio cuerpo sutil, nuestra psique. A veces nos sorprende cómo nos comportamos o la manera en que reaccionamos, o nos cuesta aceptar un rasgo de nuestro carácter que no parece estar de acuerdo con la imagen que tenemos de nosotros mismos. Una consulta astro-psicológica puede iluminar esos fenómenos y aclarar aparentes contradicciones. Mediante el análisis de los tránsitos durante un periodo determinado, podemos apreciar las influencias planetarias que nos afectan positiva o negativamente y prepararnos para ello. Otra aplicación es averiguar el grado de compatibilidad con otra persona, especialmente cuando tenemos una relación íntima con ella, como puede ser el caso de un cónyuge o un hijo. A través de la astrología podemos apreciar cómo fluyen las energías entre nosotros: cuáles son las áreas donde existe un flujo armonioso y productivo, y en qué aspectos las energías interfieren, causando tensión y frustración. Las aplicaciones del conocimiento astrológico son muy variadas y dependen de las necesidades de cada uno. Debido a que cada persona es una entidad muy compleja, no se puede esperar que una interpretación del mapa astral vaya a abarcar la totalidad del carácter, y eso menos si no se conocen las circunstancias particulares del individuo. Por lo tanto, se recomienda acudir a una consulta personal que permita al astrólogo enfocar el análisis con más precisión. Lo que sigue es el «gran cuadro», una interpretación en rasgos generales que facilita un conocimiento básico, un primer paso en el sendero del autodescubrimiento.